nuestra preferida era el vagón de tren. uno de aquellos de los de antaño: con sofás de poli piel rojo, ese rojo sangre casi grana. ventanillas de cristal detrás y al frente; donde te puedes ver reflejada cuando el de delante gira la cabeza o se agacha para abrocharse los zapatos. tenía también un mueble bar del que siempre acabábamos consumiendo agua, ama-zake o vino. como él era experto, incluso no siendo del país, el vino parecía ser la solución perfecta a nuestras ansias consumadas. ese vagón vacío, sólo para él y para mi, había costado la reserva de aquella noche 6000 yenes y a veces hasta habíamos pagado 9500, dependiendo de si iba a ser algo rápido o si preferíamos estudiar todos los rincones, nuestros y ajenos. y allí, sin pensar, mientras él abría la botella, saqué la recortada y le puse el silenciador, y sólo pude ver ese rojo sangre, casi grana, reflejado en el cristal mientras me abrochaba los zapatos.
2 comentaris:
las mejores historias, aparte de estar bien contadas, siempre tienen finales inesperados
jejejejeje le hemos dado un nuevo final a la peli... aunque entonces no hubiera durado ni 30 min!
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