Guardamos muchos secretos en nuestro interior. Hay quien piensa más o menos en ellos... acostumbramos a situarlos en rincones escondidos para no encontrarlos demasiado a menudo acaparándonos tiempo necesario para hacer otras cosas. Hay secretos que hablan a gritos y otros que pretenden pasar desapercibidos. Otros se hacen públicos rápido porque no pueden mantenerse cautivos.
Una mano de uñas raídas apreta el disparador. Una vez tras otra: cuestión de foco, cuestión de encuadre, cuestión de milímetros. La fotografía es un arte que varía sustancialmente con pequeñas alteraciones. Un pequeño cambio sí que importa. No habla mucho. No da muchas indicaciones, casi ninguna. Dispara y espera su momento secreto, el que la conecta con creatividad al objeto deseado. No es presuntuosa. Nada de nada. Se ilusiona. Observa, mira, buscando un radar íntimo conectado sólo para ella. Es un placer ver como se desarrollan las pulsiones de la señorita Mess. Y yo me quedo con el resultado... unas fotos para que la pequeña Sofia recuerde mi secreto, que es, a la vez, suyo.