Érase una vez un palacio en el que había tres princesas: una rubia, alta y delgada, de ojos marinos, cristalinos. Cristalinos como perlas sacadas de mares lejanos, escondidos, protegidos. Mares con corales preciosos, altamente codiciados por los extranjeros en los bazares de oriente. Era esbelta, tenía un cuello laaaaaaaaaargo y blanco, como un cisne en medio de un lago en plena primavera, intocable, elegante, delicado. Le gustaba leer música. Compositores clásicos de la época: Jacques Arcadelt, Bálint Bakfark, Luis de Milán, Christopher Tye… los interpretaba al violín con sus dedos diligentes e inacabables. Parecía fría, pero era una cuestión de porte. Su físico la distanciaba del resto de sus semejantes. Le gustó durante su adolescencia pero ahora, pasados los veinte, parecía serle más un inconveniente que algo de lo que poder sacar partido. La segunda era pelirroja, salvaje, ávida. Más bajita, pero no mucho. Más rellenita, pero no en exceso. Tenía pecas, muchas pecas, una eclosión continua de ellas por las mejillas… del color de una bonita puesta de sol. La hacían exótica, extravagante, pintoresca -no se acostumbraba a ver tal tez parecida por la zona- era curiosa, divertida, sonreía por cualquier motivo o incluso sin tenerlo. Fantaseaba continuamente. Me recordaba a Diana, diosa romana de la naturaleza, por su vitalidad entre muchas otras cosas. Pero ésta no tenía hermano gemelo. Tenía la nariz fina y puntiaguda como la de un paraguas, o como la de un perro de caza… le encantaba rastrear en el jardín, ir en busca de animales y cuidar las plantas. La última, y la más mayor, era morena. Morena teñida. Aunque ella no decía nada las más progres, salidas de burdeles ancestrales, sabían que ella misma usaba ungüentos para ese fin, a solas, en su cámara, sin la ayuda de ninguna criada. Bajo sus vestidos, que no eran tan entallados como el de sus otras hermanas, llevaba zapatos de paja escondidos bajo las enaguas. “A nadie le gustan pero a mi me encantan” se repetía ella. Era en sus aposentos donde se encontraba mejor, a resguardo del resto del mundo, ruín, cruel. Se probaba perfumes elaborados por un alquimista que se los traía a su antojo. Sacaba a pasear a los perros, y alimentaba a los cisnes que navegaban lentamente por el jardín. Ya les suele pasar eso a las hermanas mayores.
5 comentaris:
Pero a las hermanas mayores o hermanos son las personas que más quieren a sus princesas más pequeñas que esperan ansiosamente estar con la mayor. Como nos pasa a todos en la vida alguna vez. Ahi esta lo bonito de ser la princesa que quiere a sus tesoros más preciados.
Qué relato más bonito!!!
:)
pero aún no me habéis dicho cuál es la más bonita!
Pero si esta bien claro...Soniete. La bonita es quien lo relata, porque és lo que siente, lo que lleva dentro, ahi esta el cariño jejeje
jajajajaajajjajaj
listillo !
Publica un comentari a l'entrada