Avui anem bé de temps. L'Odon dorm i em deixa posar-me a penjar la seva foto, i espero que alguna altra també. Bé, ens tindreu enveja però us he de dir que aquest nen apunta maneres, és un solete, només plora si té son o gana. I li va la marxa: que el tirin enlaire, amunt i avall, el fa riure per les butxaques. Té pessigolles i li encanta l'aigua, disfruta un munt a la banyera, xapotejant i mullant-nos tot el que pot… i més.
dimarts, 3 de desembre del 2013
dilluns, 2 de desembre del 2013
L'admiro profundament
En la revuelta de la maternidad
De Carme Vidal Estruel
De Carme Vidal Estruel
'Este es un tiempo
comprometido, no en el sentido de las viejas consignas que resuenan huecas por
haber cumplido con sus propósitos, sino en la asunción de un cambio singular
que me desborda. Este es un tiempo que me compromete en un intento por conjugar
la maternidad material con su trascendencia y su potencia simbólica para
significar. Este es un tiempo desordenado, porque ser madre es en mí una
experiencia convulsa; no por falta de deseo sino a consecuencia de la revuelta
de la maternidad que, cuando la fuerzas, te expone a una relación con lo
inaudito, inaudito que es y trae al mundo tu criatura.
La revuelta, el
desplazamiento no previsto que ha sido para mí la maternidad, es una apertura a
la vida como entresijo, a la aceptación (que no resignación) de un presente
vivido en la intensidad apremiante de quien se atreve a aceptar lo inesperado
como parte de lo acordado. Mi mayor temor es ahora mi sostén: he aceptado que
la vida no es ni está supeditada a mi voluntad de control; he comprobado que mi
vigilancia nunca será suficiente y he aprendido a acoger lo que me desborda de
la mano de mi hijo.
Estos días me he dado
cuenta de que la maternidad es un difícil equilibrio entre la creación de un
espacio de materialidad confortable para la vida humana y la falta de palabras
para poder decir la potencia de esta maternidad que he llamado maternidad “vulgar”.
Cuando hablo de maternidad vulgar hablo de la maternidad que se constriñe con
los horarios de entrada y salida, las urgencias médicas y las citas de control,
el baño, la cena y la nevera llena, la ropa limpia, el cuento de antes de
dormir y el muñeco que se ha perdido… porque cuando todo esto termina ya no
queda día y tú desapareces, sucumbes al sueño.
En la definición de
la palabra “vulgar”, María Moliner dice: ‘No sobresaliente, impresionante o
sorprendente. Corriente.’ Pienso ciertamente que la maternidad tiene mucho de
corriente, de poco o nada sobresaliente e impresionante. Por esta razón me siento
a gusto al acompañar a la maternidad de la palabra “vulgar” para hablar de mi
experiencia. Quizá siento que en este espacio tan constreñido está la potencia
de su transformación y el orden que tiene su medida en la entrega. Quizá porque
la dificultad de señalar su potencia simbólica está en su falta de
excepcionalidad, en su ser una grandeza corriente y común, tan vulgar que no se
divisa con facilidad y, sin embargo, al mismo tiempo, lo contamina todo, todo
está tocado por su presencia.
La maternidad vulgar
tiene para mí la gracia de significar la experiencia de trascendencia en el
acto contingente de ser justo aquí y en este momento. Y, en este sentido, la
maternidad vulgar es un lugar de aprendizaje de quién soy yo y de quién es el
hijo o la hija que de mí nace pero que luego es. Ser madre es una experiencia
de entrega a un desconocido. Dicho así suena feísimo. Pero la singularidad de
quien viene del otro lado es un enigma, y entregarse sin saber es un acto de
amor sin condiciones y un miedo muy grande también.
Antes de ser Andreu
niño, por nueve meses fue un ser en mi vientre. En este cuerpo a cuerpo la
experiencia de maternidad es un ideal, una expectativa y la voluntad de lo
mejor. Yo no pensé ni por un momento en lo peor. En su hacerse niño Andreu ha
roto lo mejor y ha roto también lo peor, ha roto la correlación de valores para
poder hacerme entender que el ideal no tiene ni cuerpo ni existencia y las
expectativas son trabajo añadido para cada madre, así cuantas más y mayores,
más trabajo. Yo tengo mucho todavía por hacer.
De todo este trabajo
pendiente que tengo – este estar aquí delante de todas vosotras con el peso de
la palabra, ¡qué deciros! – me quedo con la emoción del atrevimiento. Quisiera
en mi exposición señalar los lugares que, a raíz de mi maternidad, han sido
alterados, sin más ambición que la de enunciar, porque esta formulación es la
traslación de un equilibrio precario que vivo en tiempo presente. Esto soy yo
aquí y ahora, sin una perspectiva que pueda salvarse por la distancia del
tiempo, y con la fragilidad que me supone acoger que el tiempo puede no darme
la razón.
Recuerdo la experiencia
de singularidad que viví cuando sentí a Andreu por primera vez a mi lado; fue
una emoción intensa, fue una emoción que me puso en orden. Fue, sin embargo,
una experiencia de cuerpo sin palabra, una verdad orgánica que atesoré pero de
la cual no tomé conciencia. Con el tiempo, la singularidad de mi hijo ha sido
una fuerte presencia, una condición que no se ha dejado apartar pero que se ha
alejado del origen, de esa primera experiencia, de esa emoción orgánica.
Esta singularidad que
es el don que él trae al mundo y que yo acojo, en el momento en el que la
memoria de mi cuerpo, la memoria de esa experiencia primera, dejó de resonar,
se convirtió en una losa. Tomar conciencia de esa emoción que inauguró la
relación con mi hijo ha sido una práctica de restitución, restitución del
vínculo de cada madre con su criatura, vínculo que es significante; restitución
del orden que da sentido y medida a la entrega incondicional a lo desconocido;
y restitución de mí.
Mi criatura de tres,
ya casi cuatro años, ha removido el mundo que yo pensaba ordenado. Ha sido, por
así decirlo, un niño de lo más talentoso en el arte de desmantelar las
conjeturas de supervivencia que me sostenían, aunque en precario, derecha.
Nuestra relación es como el zumo de limón, su gracia curativa está en la dosis
y si una se excede en su ingesta, el cuerpo se resiente. Así, aprender a
dosificar el desorden para poder comprenderlo y encontrar las palabras ha sido
lo más costoso, sobrevivir en medio del caos es lo más ingrato, acoger lo
inaudito… en esto estoy.
La maternidad vulgar
conjuga la contratación material con la creación de simbólico femenino libre,
es un pasaje. En mi experiencia, sin embargo, el peso de la contratación
material, su desmesura, ha silenciado su potencia política. Así, comprender,
trascender la urgencia de lo inmediato sin desmerecerlo para que su peso no me
detenga, es una práctica que media hasta dar con una dúctil sujeción a lo
inamovible, que es mi hijo. Esto es, vivir arraigada pero sin dejar de ver el
cielo.
Ser madre es también
asunción de responsabilidad para con la materialidad, materialidad sin la cual
nada más es posible, materialidad que hoy – en este nuevo contexto de
capitalismo agonizante y final del patriarcado – las mujeres no tenemos
garantizada. Materialidad que aunque presentí en el momento en el que formulé
mi deseo de ser madre, no aprehendí. Materialidad de la cual por ser mi hijo un
deseo no puedo ser (dicen) redimida, porque esta materialidad que hiere debe
ser pensada, también, en la práctica política que es la maternidad.
En este sentido,
pensar la práctica política que es la maternidad, es pensar lo que ha cambiado
en mí a raíz de mi experiencia de madre. Dicho así parece una tarea sencilla.
Sin embargo no ha sido un trabajo fácil. Primero porque en todo momento he
sentido la tentación de jugar al escondite con las palabras. Soy mujer de
madriguera y me gusta ocultarme tras la metáfora. Por tanto, debo confesaros
que quitarme de este vicio ha sido una práctica difícil y comprometida con este
que es mi empeño: pensar la práctica política que es la maternidad.
Encontrar el
principio ha sido un trabajo absurdo
hasta que he dejado de buscar fuera y me he atrevido a aceptar que el
primer cambio soy yo. La maternidad ha sido una experiencia de conexión con la
realidad física de ser humana. Ha sido un aterrizaje súbito en el límite de la
propia contingencia. Desde pequeña me he permitido la licencia de una doble
vida, la que es y la que discurre exclusivamente dentro de mi cabeza. Con mi
hijo la vida que circulaba dentro de mi cabeza se ha detenido; la escisión
ahora me desordena.
Esta transformación,
sin embargo, no es definitiva, soy conciente de ella cada día, puesto que
intento escapar a diario de mi propia contingencia. Y esto tiene hoy cuerpo en
la palabra porque acepté finalmente la necesidad en mí de un tiempo de duelo,
de luto por la pérdida que es también la maternidad, pérdida que no le resta a
la experiencia su grandeza, sino que es parte de ella, pero que necesita de un
acto simbólico de restitución para no
convertirse en una herida sangrante.
Andreu tenía solo dos
años y yo quise ir y fui al Seminario de Verona del Máster de Duoda. Sentía que
necesitaba un paréntesis; sin embargo, sin saberlo, pretendía recuperar algo
que, aunque pequeño, para mi era vital: la experiencia de andar y moverme sin
su peso, ser solo yo en movimiento, ser otra vez ligera. Como antes de su
llegada. Esta necesidad, que es mi culpa, se abre en mí cada cierto tiempo. Es
un deseo grande de ser yo sin más, es en verdad un deseo de soledad.
Siento como si
pidiera permiso para poder descargar el peso del amor incondicional por un
breve espacio de tiempo, breve espacio de tiempo en el que yo puedo
recomponerme. La distancia alimenta mi deseo, lo mantiene vivo, restituye su
sentido y su medida. Y esta distancia que quiero y vivo como un más es difícil
de decir, puesto que muchas veces siento el peso del juicio en la mirada ajena
– quizá el peso del juicio ha sido siempre mío – juicio que me aboca al título
de no ser una buena madre.
Es verdad que yo no
quiero ser una mala madre, pero es cierto también que he renunciado a ser una
buena madre para ser solo la madre de Andreu. Y no miento si os digo que dejar
de lado el ideal de la buena madre ha sido lo más difícil, lo más comprometido,
puesto que es una tentación sencilla de atender, cómoda y que pasa fácilmente
desapercibida; y este dejar de lado a la buena madre ha sido también mi
salvación de no caer en la falsedad de pretender ser una mujer que no soy.
Así, la distancia me
ha devuelto mi singularidad, que es la medida que le da sentido a la relación
con mi hijo. Perderla es perderme a mí y esto es perder el orden que nutre de
simbólico la relación – en este caso – entre madre e hijo. Ahora sé que mi
ausencia no significa aligerar el peso del amor incondicional; tampoco
significa minimizar la entrega. Ahora que he aceptado ser la mujer que soy, me
he dado cuenta de que el tiempo y la distancia son parte del vínculo que yo he
decidido con mi hijo.
Despachada la buena
madre de la presentación, ahora sí puedo confesaros que junto a mí hijo he sentido
en propia carne el malestar de ser al mismo tiempo Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. Siempre
he sido mujer de arrebato, de tanto en tanto exploto, descargo mi frustración,
luego me arrepiento y pido perdón. Ahora, sin embargo, vivo inmersa en un
constante ejercicio de equilibrio, porque mi hijo sabe – no he descubierto
todavía cómo – la manera exacta de llevarme al límite, a mi propio límite. Y
cada día me pregunto, en voz baja para que nadie me oiga, qué he hecho yo para
merecer esto o quién me ha mandado a mí meterme en este fregado. Con mi hijo el
trabajo es evitar la explosión… y esto es agotador.
Quizá esta sea la
conjetura de quien en su deseo de maternidad no sospechó quedar expuesta a lo
desconocido. Por eso la revuelta de la maternidad, porque es un cambio
pronunciado e imprevisto de dirección en la propia vida, pues cuando yo formulé
el deseo no vislumbré – ni por asomo – lo que venía del otro lado. Y lo que
viene es una carga, la carga que trae el peso de un aprendizaje, que puede ser
tu derrota, pero que puede, al mismo tiempo, salvarte de caer en la tentación
de la victoria. Y por eso justamente en la relación con tu criatura se vive y
se aprende con lo mejor (cuando tu hijo te acaricia la cara, te dice mama
guapa, y te da un beso) y con lo peor (cuando tu hijo se suelta de tu mano y
cruza la Meridiana en diagonal). Son indisociables.
Así, la maternidad
(siempre según mi propia experiencia) no es ni positiva ni negativa, sino ambas
cosas y mi riesgo de destrucción como mujer ha sido inconmensurable hasta que
he aceptado que debía hacerle lugar a lo negativo, a mi negativo, pues sin su
presencia no hay medida. Y esto no quita la incomodidad pues, como dice Luisa
Muraro en la introducción a La mágica
fuerza de lo negativo “(…) no es fácil estar de forma tranquila en
presencia de lo negativo’[ii].
Luisa Muraro termina
su Introducción – y cito textualmente – con estas palabras: “Que la posibilidad
del ‘trabajo’ de lo negativo se consiga en el momento, y que esto sea posible
(eso que podemos llamar la contingencia del ser), es el descubrimiento que se
hace con la renuncia al postulado metafísico de la prioridad de lo positivo
sobre lo negativo, y dice el significado exacto de ello.” En mi singular
experiencia como madre, lo negativo necesita un lugar, es de hecho también un
lugar de enunciación de la maternidad, aunque las palabras sean solo un hilo de
voz. No acoger este lugar es motivo de mucho desorden, de mucho cansancio, de
mucha culpa. El postulado metafísico de la prioridad de lo positivo sobre lo
negativo ha sido la fuente de mi extenuación y de mi silencio como madre.
Puesto que cuando mi
hijo se suelta de mi mano, no lo hace involuntariamente, sino que para ello usa
toda la fuerza de la que dispone – que es mucha – y ahí cruza dos límites, mi fuerza
y mi enseñanza, uno físico y otro simbólico. Y esto es así. Y cuando en un acto
reflejo tiro el bolso para poder correr mejor y me lanzo tras él sin mirar otra
cosa que su pequeño cuerpecito desafiando todas las leyes del tráfico, no estoy
pensando “soy acción”, soy por necesidad. Y cuando le alcanzo y quiero matarle,
no estoy pensando, ahí también soy acción. Y le doy la mano y me trago un nudo
grande. Porque sin pensar he gritado, le he repetido “no” cien veces y he sido
presa del pánico. Y esto es y está en la relación de disparidad con mi hijo. Y
esto ni es bueno ni es positivo. Pero es también mi contingencia.
Este trabajo de
relación con mi hijo, este trabajo cotidiano que es también cuidar y atender a su
singularidad, ‘su capacidad de empezar algo nuevo’ – esta es una idea de Hannah Arendt – tiene un
lugar en la práctica porque mi madre acogió (y acoge todavía) mi ser yo quien
soy. Así, de este modo, la relación de autoridad con mi madre ha sido el lugar
donde poder redimirme de todas las pérdidas que han llegado con mi maternidad,
sin renunciar a mí, a la mujer que soy.
La presencia de mi
madre, su ejemplo, ha sido mediación para que la entrega sin reservas a la
maternidad no se convirtiera en una desmesura: aceptar la pérdida, que es parte
del más, del ser yo origen, sin renunciar a mi origen. En este sentido el
vínculo con mi propia madre sostiene mi palabra. Así he entendido en mi ser
madre la importancia de reconocer autoridad a las mujeres que son mi genealogía,
empezando por mi madre, porque la potencia de su vínculo me recuerda que ser
madre es no dejar de ser también, y al mismo tiempo, hija.
Llego, de este modo,
al segundo lugar del que quería hablaros hoy, lugar que también se ha visto
transformado por mi maternidad: la relación con mi propia madre. Ahora sé
reconocer y agradecer su presencia y sé atender también a nuestra relación de
disparidad, una relación que no se nutre de la dialéctica entre el bien y el
mal sino que se inscribe en el cuerpo a cuerpo, en la experiencia del cuerpo.
Mi madre, que siempre me ha cuestionado las cosas, nunca ha dictado sentencia
en relación con mi hijo y mi maternidad. Mi madre, que ha sostenido mi singularidad aun cuando esta singularidad
fuese dolorosa con todo lo que ella me había dado con amor, cuando yo le digo
qué habré hecho para merecer esto – en referencia a mi hijo – ella responde
tranquila: nada.
Ahora sé que el amor
de mi madre no está sujeto a condición alguna, y este amor junto al cuerpo y la
lengua, es su don más grande: porque su amor es mi libertad, la contingencia de ser yo quien
soy, don que no está restringido solo a lo bueno y a lo positivo, porque la
libertad de ser que ella me ha brindado, ha coexistido y coexiste con lo
negativo, negativo que ella acoge. En este sentido la experiencia de maternidad
ha sido una experiencia de restitución del vínculo con mi propia madre y, a la
vez, el vínculo con mi propia madre ha custodiado el orden y la medida. Ella,
que es mi origen, ha sido mi faro.
Y en este punto del
camino se abre la brecha más difícil de zurcir. He estrechado tanto los nudos
para poder cerrar la herida de la que voy a hablar, que solo puedo dar cuenta
de su cicatriz. Sin embargo, cerrar la herida ha sido imprescindible para poder
hablar sin caer en la tentación, para poder decir sin que las palabras sangraran,
para poder escribir sin caer en la desmesura de un dolor que nace de no saber
decir la propia experiencia. En este punto quiero hablar a la vez de dos
lugares que se han transformado a raíz de mi maternidad, pero en esta ocasión
no quiero desligarlos porque en mí han sido un nudo y este estar atados, el uno
al otro, es su aportación, ya que por separado su potencia significante es
otra. Se trata del trabajo remunerado y de la relación con Albert, pareja y
padre.
He dicho
anteriormente que la maternidad es espacio de contratación material; he dicho
también que ser madre es asumir responsabilidad para con la materialidad; he
dicho que esta materialidad que hiere debe ser pensada, también, en la práctica
política que es la maternidad, y he dicho todo esto porque la materialidad de
las madres hoy no está garantizada. Pero todo esto que he dicho porque me nace
y es sentimiento e intuición merece una explicación que se me atraganta. En un
primer momento intenté una disección del capitalismo; la disección era
trabajosa y era también una trampa. Quería diseccionar para apartar los ojos de
la cicatriz que he zurcido durante estos cuatro años y que aún me duele.
Cuando Andreu nació
yo tenía un buen salario y mi compinche y padre de la criatura se quedó sin trabajo;
estábamos en 2009 y todo estaba aún por llegar. Nos pareció esta una coyuntura
perfecta. A los pocos meses él encontró un trabajo a media jornada que nos
permitió, hasta que Andreu cumplió dos años, alternarnos: padre de mañana y
madre de tarde. Yo seguía teniendo un buen salario. Esta sucesión en el tiempo
nos funcionó, nos parecía de lo más moderna, en la línea de lo que viene siendo
lo políticamente correcto. Pero fue ahí donde se gestó el gran desbarajuste, porque
en esta sucesión se nos olvidó el corte de la diferencia sexual y nos creímos
intercambiables.
El desbarajuste
creció en el momento en el que mi compinche se quedó sin trabajo, ese trabajo
de media jornada que nos garantizaba la alternancia, y tras tres meses de dueño
y señor de la casa, pues yo me creí con derecho no solo a desentenderme un poco
de todo (un desentenderme muy masculino el mío, justificado en el hecho de ser
asalariada) sino también a exigirle que
casi fuera yo, es decir, que hiciera con el tiempo lo que yo haría, tras tres
meses, decía, de dueño y señor, convino que Andreu en septiembre iría a la
guardería.
No hubo concesión por
su parte. Estaba agotado. Yo no quería, no entendía que pudiendo estar él…,
jamás se me pasó por la cabeza pensar que quizás él no quería estar, que este
estar no era su deseo, que más bien era mi deseo. En este punto el desorden se
convirtió en dueño y señor. Desorden que nacía de la presunción de considerar
que éramos intercambiables, presunción que me servía de argumento a la hora de discutirle
a Albert que no hacía lo que debía. Un deber hacer que nacía de mí y no de él y
que era por tanto una imposición sin mediación.
No estoy hablando
aquí de corresponsabilidad, estoy hablando de cuando la corresponsabilidad se atraganta porque olvida el corte de la
diferencia sexual y deshace la asimetría de las relaciones de crianza. Y en
este punto no puedo recriminar, sino más bien recriminarme a mí misma el haber
dejado que el desorden se hiciera tan grande. Puesto que aunque es cierto que
yo había andado un camino que era guía de otro modo de pensar la vida, el hecho
de que el trabajo fuera de casa, el trabajo que procura sustento, estuviera
ahí, inamovible, no me dejaba atisbar la
necesidad de una doble mediación que no podía resolverse a dos tiempos, puesto
que solo podía ser reparada en la misma ecuación.
La fórmula clásica
del padre proveedor y la madre nutricia, es decir, la llamada división sexual
del trabajo, no sirve. Un salario no basta para llegar a fin de mes: se
necesitan dos o más. Y en este punto siento que me aprieta el “doble sí” del
que habla Lia Cigarini[iii]. Me aprieta porque no sé
dar el salto, no se ver la invención que es puente y cruza; me aprieta porque
ando a tientas, me sirvo de lo que ya no es y al igual que los cangrejos ando
hacia atrás. Pero en este aprieto estoy.
Yo pienso que he
dicho sí a ser madre sin plantearme siquiera la posibilidad de dejar de
trabajar. En este sentido, creo que las palabras de una mujer joven que
aparecen publicadas en el Sottosopra 2009 ‘Imagínate que el trabajo[iv]’ son parte de mi
experiencia también. Ella dice, cito textualmente: “En tiempos de mi madre la
maternidad no era una elección, pero el trabajo sí. Hoy, en cambio, la
maternidad es una elección, y el trabajo una necesidad. El trabajo no era
precario como hoy y nuestros padres eran más ricos que nuestros maridos. Mi
madre eligió trabajar porque para ella era una conquista. Yo hoy no podría quedarme
en casa, y he elegido tener niños. Existe esta paradoja. Es un punto de fuerza
y de debilidad juntas”.
Yo añadiría también
que es una realidad que desordena y que pide repensar la dependencia, la
relación de dependencia con el sexo masculino. Así, en este trance – del que
creo que todavía no he despertado – yo siento que aunque mujer trabajadora soy
dependiente, dependo de un hombre y no solo en lo económico sino que además
dependo de él también en lo que son las competencias de organización de mi vida
privada y profesional. Es más, sé que mi maternidad está a disposición de esta
dependencia. Y esto suena muy mal, lo sé. Pero poder decirlo es alentador.
Del otro lado, del
masculino, puedo hablar menos porque mi experiencia es sexuada en cuerpo de
mujer y no puedo decir en primera persona la experiencia de Albert; pero tras
meses y meses de mucho malestar y largas conversaciones, sí me atrevo a apuntar
que, una vez celebrado el entierro del hombre proveedor, se abre un nuevo
tiempo, un tiempo que es de cambio en la relaciones entre los sexos. Quizá sea
exagerado, de momento, pero pienso que forzar la revuelta de la maternidad trae
a este siglo una nueva política sexual. Una nueva política sexual que cambia la
casa y cambia también el sentido del trabajo y de lo público.
Se trataría de pensar
la dependencia en su sentido de vínculo y de amor[v], alejándonos de la idea de
subordinación y sometimiento. En este
sentido mi sí a la dependencia de un hombre me trae un hallazgo: la creatividad
que nace en una relación de diferencia cuando hay lugar para el más femenino y
cuando entiendo la relación con un hombre no desde el sentido de él como mi
opuesto, ni como mi igual, tampoco como mi brida, sino como una oportunidad
para el encuentro, una experiencia de obediencia al ser desde el reconocimiento
de la alteridad.
Este hallazgo al que
hago referencia tiene lugar sobre todo en la práctica. Guarda relación con lo
que decía anteriormente de la necesidad de distanciarme – ocasionalmente – de
la responsabilidad que es y significa mi hijo, responsabilidad amorosa que en
ocasiones también merece un respiro. Cuando yo me voy se queda su padre. No
somos intercambiables, puesto que él no ocupa mi lugar. De hecho no hay ninguna
necesidad, puesto que él tiene un lugar propio y una relación singular con su
hijo. Pero yo me voy tranquila y confiada. Guarda relación con el
reconocimiento de autoridad femenina, con reconocer el lugar de la madre, que
se traduce en preguntar acerca de la crianza y saber atender al corte de la
diferencia sexual que se da en la crianza. Y guarda también relación con la huella
que queda en lo cotidiano cuando yo aprendo a no imponer mi medida del mundo y
aprendo que la mediación masculina, cuando es amorosa y reconoce autoridad a la
madre, trae cosas nuevas que son nuevas oportunidades.
La necesidad de dos
salarios en una casa para atender a la crianza cambia el sentido de la relación
entre los sexos en lo que concierne a las prácticas de creación y recreación de
la vida y de la convivencia humanas[vi]. Prácticas que dicen, en
palabras de Núria Jornet[vii] y cito textualmente: “el
papel de las mujeres a lo largo de la historia a la hora de hacer más visible
la vida y que se traduce en ámbitos diversos: desde la socialización de los
niños, a la cura de los enfermos, pasando por la alimentación del grupo, etc.
Una medida que tiene en cuenta la vida humana y que es una “puntada” más a la
obra materna de la civilización, un tejido donde a menudo es necesario el
entredós (trozo de ropa que une dos telas antes autónomas); esto es, el trabajo
de la mediación, la práctica del conflicto”.
Este cambio que
señalo pasa por el reconocimiento por parte de los hombres, cuyo presente está
en esta tesitura de la necesidad de los dos salarios, de la obra materna de
civilización. Reconocimiento que está en la práctica del conflicto entre los
sexos, un conflicto que, lejos de medirse en términos de mejor o peor, tiene
lugar en otro orden de significado. No es casual que su espacio de resonancia
sea la casa, un espacio más femenino que masculino. Como tampoco es fortuito
que este diálogo nazca de la necesidad de convivencia entre los sexos en la
casa, convivencia que es y que pesa en la disposición y disponibilidad de
hombres y mujeres fuera de casa.
Así, de este modo,
forzar la revuelta de la maternidad me trae el sentido político de un cambio
que por primera vez actúa en sentido inverso: de mí hacia fuera. Qué quiero
decir: que modificando la casa y las relaciones dentro de la casa – cambio en
el que mujeres y hombres se implican en
una modificación de sí – se transforman no sólo las condiciones laborales sino
también el sentido del trabajo remunerado.
Aunque también es
verdad que, en este tránsito, sostener el sí a la maternidad con el sí
contingente del trabajo remunerado es un peso grande para las madres, sobre todo
porque las condiciones del trabajo remunerado difícilmente se ponen al servicio
de la crianza y la crianza está llena de imprevistos que alteran el discurrir
diario. Me centraré en una cuestión que espero sirva de ejemplo. Las criaturas,
sobre todo cuando son pequeñas, enferman mucho. Yo pienso que sentimos que
enferman mucho porque sus enfermedades entorpecen nuestra disponibilidad como
trabajadoras, y atender al trabajo cuando enferman nos representa una
sobrecarga que no podemos, y a veces tampoco queremos, sostener.
Hace un par de meses
Andreu enfermó de escarlatina y yo me organicé los dos primeros días en el
trabajo para poder quedarme con él. Sabía que esas horas de permiso eran
necesariamente recuperables, y que esto supone un obstáculo más a los ya de por
sí apretados horarios. Pero dentro de los límites de lo posible, sí es cierto
que he encontrado la fórmula para hacer y deshacer colocando siempre el cuidado
de mi hijo como prioridad.
De esta experiencia
que os decía quería compartir con vosotras dos reflexiones: la primera es el
cansancio que acumulo al no poder desprenderme del trabajo del modo en que yo
querría desprenderme: de la rigidez del horario, de la necesidad de presencia
cuando hay medios suficientes para trabajar de otro modo sin necesidad de estar
ahí presente y de su no atender mi disponibilidad. La organización y el sentido
del trabajo vigentes no atienden mi disponibilidad, me permiten ausentarme
cuando mis necesidades personales son otras, pero me piden que devuelva a
cambio tiempo o dinero. Yo llevo mi vida al trabajo, pero este no se deja, no
quiere venirse conmigo a mi casa.
La otra cuestión que
me ha sorprendido es el asombro ante la demanda masculina. Albert llamó a su
empresa para pedir un día de permiso y se lo dieron, pero a la vez le
preguntaron: ¿Y tú mujer? Albert es trabajador familiar, trabaja en una empresa
en la cual a excepción de unos pocos, todas son mujeres, el noventa por ciento
creo, entonces no entiendo la sorpresa, a no ser que la sorpresa sea por ser él
un hombre. Pero el hecho de llevar la vida al trabajo es una necesidad para las
mujeres y también para los hombres en este nuevo contexto de necesidad de dos
salarios.
Los dos salarios
cubren la materialidad imprescindible para la existencia humana, dan respuesta
a la necesidad que es el cuerpo. La materialidad imprescindible está hoy a la
orden del día. Los dos salarios son un ideal, puesto que suman hasta llegar a
fin de mes y muchas veces la falta de uno de los dos es un contratiempo
económico. Desde hace ya un par de años somos muchas y muchos quienes hemos
dejado de vivir a cubierto para aprender a vivir con la preocupación del
dinero. Una preocupación que a mí me ha llegado de la mano de mi hijo. La escasez
es ahora una responsabilidad que no permite frivolidades ni vanidades.
Así que ando con
tiento, consciente de que la contingencia de precariedad material se inscribe en cada una de un modo
distinto. Aún así, ser madre también ha cambiado, y esto es lo último que toca
mi exposición de hoy: mi sentimiento de responsabilidad con el mundo. Porque
con mi hijo al lado quiero vivir el presente sin grandes planes de futuro y,
aunque paradójico, quiero que este presente sea garante del camino hacia el
futuro.
Está claro que vivo
haciendo malabares y que esto no me quita la risa, aunque tenga alguna que otra
contractura. No sé si inventaremos, lo que sí sé es que en mí día a día
inventar es imprescindible, y pienso que mi experiencia es singular, pero no
única ni exclusiva. Es otro nudo, uno más, que teje lo que no está en mis
manos. Mi hijo me ha enseñado muy bien a vivir sin estar sujeta a la necesidad
de controlar todas las cosas, me ha enseñado también lo importante que es ser
en el estar, él sabe rápidamente cuándo estoy de vacío, y me ha enseñado
también que la nada, muchas veces, es lo nuevo. La nada que da un corte de
sentido para evitar la tentación de repetir fórmulas que ya no son de este
tiempo.
¿Por qué os cuento
todo esto? Porque siento que la maternidad es en mí una experiencia de
cambio tan grande que con ella se cambia
el mundo. La mayoría de los manuales de ciencia política dicen que una
revolución política es el proceso de cambio estructural de las formas de
gobierno por caminos no previstos institucionalmente, consideran estos manuales
que las revoluciones surgen de la combinación entre una situación insoportable
y el bloqueo institucional a la expresión del propio deseo. Quizá la revuelta
de la maternidad, este despertar de mujeres y hombres a otra conciencia de
prioridades, sea la antesala de una revolución política que nada tiene que ver
con las imágenes de nuestra tradición occidental, una revolución que nace de
las prácticas de creación y recreación de la vida y de la convivencia humana.'
dilluns, 25 de novembre del 2013
diumenge, 3 de novembre del 2013
4 mesos
El petit Odon ja té quatre mesos. La vida del nadó ja se li ha acabat, ara comença la primera fase de descoberta del món al costat de la seva germana, que li fa viure la vida molt 'intensament'... està espavilat i actiu, no cal estimular-lo massa. Coses dels germans. L'Odon no deixa de somriure tot i aquesta posse de concentració que manté sempre que fa alguna cosa. Es mira les mans, se les menja, s'agafa els peus, intenta fer la pipa [sense èxit perquè no el deixem]. Xerra pels descosits. Se li fan rastes al cabell. Dorm moltes hores a la nit i s'aixeca amb aquest somriure sincer que podria menjar-me'l, dia rere dia, igual d'intensament com ell es menja les primeres papilles!
dijous, 24 d’octubre del 2013
dissabte, 12 d’octubre del 2013
Un any i mig
La reina de la casa avui ha fet un any i mig! La Sofia creix i aprèn de manera exponencial cada dia que passa. S'entera de tot, ho veu tot [crec que això és una qualitat força femenina], se surt amb la seva amb facilitat. Continua amb la seva faceta tan sociable, cosa que fa que s'aturi amb qualsevol del carrer a explicar-li la seva vida. Se m'entel·len els ulls només d'explicar-ho. La meva mare m'ho va dir ben clar, el quit de la qüestió és que ja no em puc plantejar la vida sense ella: forma part de les meves profunditats com si hagués existit sempre.
I seguint, ara que tot s'ha de compartir i així li fem saber diàriament, hem volgut compartir amb l'Odon una foto per a que recordin aquest moment on tots dos eren bebès, on tots dos formaven part de la mateixa bombolla de passió, la dels Mohedano Muñoz.
No voldria deixar d'anomenar quatre cosetes d'aquestes que fa i ens fan tanta gràcia: es posa de puntetes per caminar, mira de reüll, li posa el xumet al germà quan plora, també li tira contes pel cap, obre portes, calaixos, encén llums, es menja les cremes, li encanten els contes, fa la croqueta, puja i baixa totes les rampes, fa cares, fa riure, s'estira pels terres de tot arreu, es distreu amb el Mic i la Dora, posa vídeos a l'Ipad, persegueix totes les pilotes i sobre tot, per sobre de tot, canta i canta i no deixa mai de cantar...
divendres, 11 d’octubre del 2013
Lampedusa: paradís del mediterrani
Pels pensaments, cavalls. Cavalls que corren lliurement pels prats d'Ullastret aliens a tot el que passa. Una mà s'agafa de la crinera i l'altra les rendes, amb tanta força que podria trencar-les per la por que provoca l'alçada i la potència de tal bèstia indomable. Sobre el cavall l'arma més poderosa és apretar les cames, la resta és qüestió d'agafar ritme i deixar-se seduïr mentre respires aire pur del camps verds, marrons, canyella, sorrencs, florits, segats, sembrats... depenent de la temporada de l'any. Dalt d'un cavall s'hauria de poder viure, jo seria molt feliç. Córrer, córrer, córrer i no parar.
Però Lampedusa els ha fet frenar de cop i adonar-se que no es pot escapar de res que passi pel sedaç del raciocini. Penso en el valor de la vida humana per aquelles i aquelles que fugen malgrat saber, que la barca que va sortir dies abans va fracassar en el seu propòsit. No sé què pensen els de l'altra banda. I quin poc valor a la vida els meus, que barca rera barca l'únic que fem és lamentar les males pràctiques polítiques que succeeixen a l'Europa Moderna [o potser hi va haver Medievo al segle XX i no en tinc idea]. No sé quin tipus de dirigents tenim, quina mena de persones són. No els coneixo. Mediatiàticament són del tot correctes [alguns ni això] però no em fan cap tipus de confiança. Ni uns ni altres.
Taüts blancs i petits, moltíssims. Centenars de taüts plens de persones que només buscaven l'alè d'una vida millor per les seves famílies. Avui és un dia de merda. No sé com s'ha de fer però només sé que ho estem fent molt malament. Voldria pujar al cavall i no parar, i córrer lliurement pels prats d'Ullastret aliena a tot el que passa.
dijous, 3 d’octubre del 2013
3 mesos
Ahir la metgessa ens va dir que l'Odon té bronquitis. Aquest temps boig, els aires acondicionats, la calor desmesurada, posar i treure la màniga llarga. L'Odon és un senyoret i haurem de tenir-lo a Ventolin uns dies. Malgrat això, la panxa plena ajuda a que la sessió surti rodada, i ens mostri el seu millor front arrugat... un clàssic. I no és que estigui enfadat, és que el noi és... seriós. L'Odon creix desmesuradament, segueix menjaire i vital, no para de bellugar-se. I riu quan li dediques unes paraules, no fan falta masses. I ja ha donat la volta com les croquetes!!! Aquest mes la paraula clau és: precoç.
dilluns, 23 de setembre del 2013
dimarts, 3 de setembre del 2013
2 mesos
L'Odon ja ha fet dos mesos! Fent exercicis constants i somrient a les meves paraules, el petitet de la casa creix a passes agegantades, no vol querdar-se enrere de la germana. No tenia masses ganes de fotos, i, o bé sortia enfadat i plorant o dormint: millor la segona opció. Aquest nen menja com una lima, al seu ritme però, les tomes acostumen a allargar-se. No vol estar sol i segueix, amb rapidesa, les nostres passes al aixecar-nos del sofà o sortir de l'habitació. I ja dorm set hores!!! La vida comença a ser d'un altre color.
dilluns, 2 de setembre del 2013
Setembre
Mes d'activitat, de posades en marxa. Mes per crear nous projectes que ens ajudin a acabar l'any una mica millor de... com l'hem començat. Mes de cansament, sense haver fet exercici, mes de mirar enrere i veure què bé ens ho hem passat. Mes d'arrancades, de fred i de calor, de tardes vermelles i nous colors que inciten a encendre la llar de foc [si la tens]. Setembre, més de donar voltes, com els remolins, per morir ofegat si no hi poses una mica més de força de la que hi destines la resta de mesos de l'any. I aquest mes, els 35.
dissabte, 3 d’agost del 2013
1 [bis]
Descans de 3 mesos. Per tant, la Sofia té 15 i l'Odon ja ha complert... el seu primer mes. Podria haver inventat un escenari nou, amb atrezzo diferent, aires nous pel noiet que m'acompanya per primera vegada. Però no, he decidit que tot sigui igual ja que la sensació... és de no haver-se aturat. Odon, el petit príncep que demana estar sempre als meus braços per sentir-se estimat i protegit. Un angelet que es deixa portar amunt i avall, sense replicar. El que sempre apreta les mans i fa sorollets al respirar. Sento que, de moment, no puc retornar-li tot el que ell em dóna.
dijous, 1 d’agost del 2013
dijous, 18 de juliol del 2013
Odon Mohedano Muñoz
Ja ha nascut l'Odon, el meu segon fill, avui fa 15 dies! Tot just m'assec a la cadira del despatx després d'unes setmanes sense connexió [tot i que l'internet no ha fallat a casa...] falta de temps, d'energia i de ganes. Tenir un fill tan proper a un altre ha esvaït tot factor sorpresa i la novetat dels protocols que acompanyen al nou naixement: l'emoció descontenida i compartida amb la parella és ja allò que el vent s'endugué, un passat massa proper com per poder reviure'l. Esperàvem que aquest desenfrè l'aportes la Sofia fent palès que la reina de la casa és ella. Però ni això: la Sofia passa tant del germà com de les joguines que no fan soroll... al menys li fa gràcia, aixó sí. I li tira joguines dins el llit mentre dorm, o li rasca el cap, entre altres actuacions destacades.
Però bé, no em posaré ara a trencar mites sobre la maternitat, potser un altre dia. El que sí voldria es acabar dient que l'Odon, aquesta perla nova, promet ser el nen que em connecti amb el món masculí des d'una vesant menys crítica i objectiva: l'Odon és carinyós, reservat i moderat en les formes... un encant vaja. Ara mateix, una perla que no cal pulir.
dimecres, 3 de juliol del 2013
dilluns, 17 de juny del 2013
divendres, 24 de maig del 2013
dimecres, 15 de maig del 2013
Estimats festivals d'estiu,
Fa un parell d’anys que l’escena festivalenca barcelonina de l’estiu em passa de reüll pel costat, sense aturar-se. Us ensumo i no sé d’on veniu, ni cap a on aneu o fins i tot si ja heu marxat... i quan m’adono som agost i la vostra moguda de carrer, que tant gaudia, s’ha acabat. És cert que la proliferació de festivals s’allarga últimament fins ben entrat l’estiu [o a posteriori], però jo a l’agost ja s’estic per abandonar la terra estimada i perdre de vista el frame del quotidià.
Bé, enguany em tornaré a conformar amb seguir dissenyant gràfiques de dolentots alternatius que sí que hi aniran, i en veure que les col·legues compten amb mi per anar al BONA NIT BARCELONA el 20 de juliol, de post part total!
:)
diumenge, 12 de maig del 2013
dimarts, 23 d’abril del 2013
divendres, 12 d’abril del 2013
UN ANY
Ja ha passat un any des d'aquell moment [únic] en que vaig veure la seva cara per primera vegada. Riallera, simpàtica, receptiva, observadora, sociable i obstinada, anem descobrint-la cada dia una mica més. Sempre serà la meva princeseta... sense corona, que ni li va, ni li agrada portar res posat al cap!
Fins aquí arriba el reportatge mensual de les fotos cumple-mes de la Sofia [els pastissets tampoc suportarien molt més], deixarem que "el pequeño Mohedano" faci el relleu en un parell de mesos...
;)
dijous, 11 d’abril del 2013
dimecres, 10 d’abril del 2013
Per anar a dormir XXXIII
HOW IT ENDS
Hold your grandmother's Bible to your breast.
Gonna put it to the test.
You want it to be blessed.
And in your heart,
You know it to be true,
You know what you gotta do.
They all depend on you.
And you already know.
Yeah, you already know how this will end.
There is no escape,
From the slave-catchers' songs.
For all of the loved ones gone.
Forever's not so long.
And in your soul,
They poked a million holes.
But you never lettem show.
C'mon it's time to go.
And
You
Already know.
Yeah, you already know
How this will end.
Now you've seen his face.
And you know that there's a place,
In the sun,
For all that you've done,
For you and your children.
No longer shall you need.
You always wanted to believe,
Just ask and you'll receive,
Beyond your wildest dreams.
And
You
Already know.
Yeah, you already know
How this will end.
You already know (You already know)
You already know (you already know)
You already love will end.
dimecres, 27 de març del 2013
La vida de los Equinoccios
Se levantaba puntual a las 7h. Y como si de un ritual greco-romano se tratara se vestía cada día de negro. Le encantaba sentir el sol penetrando por las ropas oscuras, calientes, y entre tanto negro resaltaba el color carmín de sus coloretes, sin pintar. Salía a comprar el periódico, 1’20€. Paraba en el bar de la esquina y tomaba su café con leche recién hecho, el camarero elegía la cucharilla y el sobre de azúcar [moreno] con letras, negras. Y a trabajar. Trabaja que trabaja en la oficina, tomando medidas, los planos cerrados, y abiertos, y vueltos a cerrar... y escudriñaba a menudo por la ventana buscando a una maldita musa blanca, perdida por las calles de la polis. La miraban todos: por rubia y esas vestimentas con las que, aunque lo intentara, le era imposible pasar desapercibida. Llegaba a casa a media tarde y ponía música negra: jazz, funk, soul, rhythm&blues, hip-hop... dependiendo del día, del humor, era una u otra. Y pronto un sueño profundo se la llevaba a dormir. Y a las 19’00 h llegaba una morena, puntual a la cita. Risueña y decidida. Cada día con la misma media melena negra, lisa, lacia, bien peinadita. Y sin despertar-la, observaba como la otra dormía plácidamente en el lado izquierdo de la cama. La morena iba de blanco, toda entera, con un traje chaqueta que ni el mismo Prada podría haber diseñado. Y escribía. Sólo hacía eso, toda la noche, escribir y gastar bolígrafos, dejando notas inspiradoras que otra utilizaría al día siguiente. Hasta las 07’00 h que un cepillo de dientes aparecía en la boca de una rubia, vestida de negro, dispuesta a ir a trabajar.
Y así es como la noche se convierte en día, y el día en noche, duran lo mismo, viven a meses y kilómetros, pero primavera y otoño están siempre unidos y pendientes el uno del otro. Aunque sólo sea por una cuestión de casualidad...
diumenge, 24 de març del 2013
La família
L’altre dia vaig anar a una reunió organitzada per l’AMPA d’una Escola Bressol Municipal, l’Arbret de l'Eixample. Una col·lega em va reenviar un mail a mi i a la de la bessonada [;)], perquè també és membre d’una a Sant Martí i rep informacions de moltes bandes. Aquesta era una: xerrada “La importància dels rols familiars, la relació entre germans/es i bessons/es". Em va semblar que ara que aviat serem quatre estaria bé rebre inputs vinculats amb “la família” i els vincles positius que haurien d’existir entre nosaltres.
Jo a aquests llocs sempre hi vaig amb poques espectatives. Perquè després, la ponència et pot semblar un rotllo o la ponent poc entesa o simplement perquè el que esperes no és el que acabes trobant. Doncs aquesta vegada no. La ponent era una canya [captant les nostres impressions, responent a preguntes, generant contingut pràctic] i la xerrada, poc dirigida, va ser un pou de recursos per aprendre coses noves.
Tinc la sensació que totes les que estàvem allà [i el pare que s’hi va incorporar després] hi érem perquè ho intentem fer el millor possible, que en general hi ha una preocupació per educar coherentment i en profunditat, malgrat els esforços que això genera en el dia a dia.
Faig aquí una exposició del que jo vaig trobar més important, si més no, del que penso que és més interessant i pot ajudar a fer-ho de manera que en un futur, en el meu cas, no m’hagi de penedir [massa] de com ho he fet. Res del que diré és cap recepta màgica. Ben al contrari, és qüestió de lògica i sentit comú, la mateixa ponent va reconèixer que cadascú ho fa com vol [i pot] i si funciona, que cap mètode és millor o pitjor que un altre.
Ella és diu Teresa Talavera, educadora infantil i coach familiar.
Aquí les reflexions, desendreçades i en masculí genèric:
1. Un problema no es té fins que arriba. No cal anar pensant en possibles i futurs problemes que vindran quan encara no hi son... quan algun tema et provoqui necessitat de fer un canvi, el faràs.
2. La logística del quotidià es menja el dia a dia. La relació de parella passa a estar en un segon, tercer o quart lloc, per darrere dels fills i filles, les feines, i la resta de responsabilitats, com les de casa, entre altres. La única manera de poder recuperar espais per fer altres coses, tant amb la parella com les que t’agradin a tu, és organitzant-se acuradament. Un calendari ben fet ajudarà a rascar minuts per fer altres coses que no siguin les relacionades amb els fills. Ella parlava que a aquest calendari calia dedicar-li unes quantes hores...
3. Ampliant el punt anterior: aprofita amics que tinguin fills per fer “cangurs” de manera que pugueu deixar els nens en bona companyia, de manera gratuïta. Amb els avis també es poden quedar a dormir algun dia, a ells els agrada trencar amb la monotonia i no deixa de ser una aventura.
4. Els pares som un mirall pels fills. Si el tractes de “pobret”, es convertirà en pobret. Si el tractes de rei, serà el rei. Tu li transmets també bona part d’allò en el que es convertirà... Evitem els etiquetatges i potenciem els punts dèbils per millorar-los, a la vegada que suavitzem els forts.
5. Quan tu estàs bé, transmets alegria i seguretat. Cuida’t a tu i també serà una manera de cuidar-los a ells.
6. Som persones individuals i els fills també. Necessiten espais de dedicació exclusiva i quan apareixen els germans [i molt més acusat és amb bessonada] es fa més complicat trobar minuts per poder compartir-los de manera única amb cadascun d’ells. Cal trobar-los, organitzant-se, ajuda a mantenir sana la seva autoestima al sentir-se únics, especials i estimats.
7. Moltes joguines són, sovint, una font de conflictes. I parlo de moltes, referint-me a la quantitat. L’austeritat també els fa potenciar més la imaginació i els jocs poden crear-se sense la necessitat de comprar res: anar a buscar pals i pinyes a la muntanya, o pedretes al parc, i fer després algun mural... i avui en dia per internet, recursos n’hi ha a punta pala.
8. Pel que fa als rols familiars, els pares i les mares ocupem un lloc molt característic que no poden ocupar els fills, encara que a vegades ho intentin. Si comparem una família amb la construcció d’una casa, els pares serien els dirigents de l’obra: s’encarreguen que la llar tingui la fortalesa adequada, gestionant sobre tot, els seus pilars. Els fills intenten decidir per nosaltres i posar-se per davant de les nostres indicacions. Deixar-los fer és un error... en el fons ells també necessiten la seguretat i els límits que aporta el NO, acceptar la frustració de no fer sempre el que els agradaria, perquè, pensant-ho bé, no es trobaran gaires coses diferents a la vida.
9. Entre germans, cal donar l’oportunitat a que intentin solucionar entre ells els seus conflictes. Intervenir és necessari i adequat, però acostumem a fer-ho de manera immediata. Al menys, deixem-los intentar-ho. A vegades el ciri el munten quan apareixes tu en escena, no abans. Això ens hauria de fer pensar...
10. La Teresa, va comparar l’arribada d’un germà a casa com l’arribada de la teva parella amb una amant, a casa. Si realment és aquesta la sensació d’un nen davant el nou vingut, jo, me’l carregava. Així que destinar els màxims esforços a que el primer fill accepti al segon (i al tercer, i als que vinguin), seran pocs... és aquí quan torna a entrar en joc els moments individualitzats; el no trencar les dinàmiques que el fill gran ja té interioritzades (anar al parc, rentar-se les dents, etc); i es podrà fer col·laborar al gran en la cura del petit, i poc a poc, l’estimarà... cosa que no és automàtica com passa amb la maternitat.
divendres, 22 de març del 2013
dimecres, 13 de març del 2013
11
Crec que aquest ha estat el mes més cansat... ha fet 11 mesos! Per sobre de tot: vol caminar. Vol ser independent i autònoma, però no pot. Llavors tira dels meus dits per a que l’agafi de les mans i treu panxa per davant, fent camí i xafardejant totes les habitacions de la casa. És taaaaan divertida. M’encanto veient com escolta les meves paraules, com entén frases senceres i com ho tira tot a terra, com sap que el telèfon serveix per posar-se’l a l’orella i parlar, com asseguda gira com un rellotge. Com senyala i fa palmetes estigui contenta o enfadada. Com li surten les dents [separades]. Com juga a futbol i atina. Com xerra, a la seva manera, pels descosits. Com es tapa les orelles en aquell precís moment en que... fa caca. Sí sí, ara tot fa molta gràcia. I jo doncs què he de fer...
riure !
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